La filosofía Todtnauberg no deja de obsesionarme desde mis experiencias vitales en mi antiguo refugio de la playa en la costa castellonense. Constantemente me hago la misma pregunta: ¿podríamos trasladar el “construir-habitar-pensar” que Martin Heidegger formuló a partir de su experiencia en la pequeña cabaña rural en la heroica naturaleza de la selva negra alemana al pequeño hábitat de mi palmera y mi olivo, junto a la entonces todavía medio-salvaje playa del levante español? Cuando, por ejemplo, el sofocante sol estival me concede una tregua bajo las viejas palmas y mi sudada piel se funde con la desbordante luz blanquecina y sus tórridas temperaturas me convierten en una especie de lagartija que, panza arriba, rebaja sus biorritmos acompasando el fluir de la sangre al lento pero meloso sonido de las chicharras. Cuando, por ejemplo, floto en las aguas amables del mar mediterráneo, en una especie de rito de reminiscencias intrauterinas, en esa hora del poniente cuya luz rasante proyecta sobre mi su tangente sombra entre ola y ola.
En esos momentos en los que la naturaleza parece abordarme y fundirme con su naïf abrazo. Es entonces, justo en esos muchos momentos, cuando siento un delicado paralelismo entre la filosofía de la cabaña heideggeriana de Todtnauberg y la cosmovisión que esta vida mediterránea -tan salvaje como efímera- se proyecta en el interior de mi solitaria vida estival.
NOTA: Para los que estéis interesados en la filosofía "todtnauberg", os recomiendo un precioso libro de 2006 de Adam Sharr titulado La Cabaña de Heidegger; Un espacio para pensar, Editado por Gustavo Gili en 2008, donde, al margen del texto, se publican una maravillosas fotografías del refugio de montaña del pensador alemán. A los artistas, arquitectos y diseñadores os encantará.
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