El Ma una palabra-idea de la cultura japonesa (representada por un sólo ideograma) que nos define el espacio, o espacio-tiempo como un fluido continuo y vivo que constituye una compleja red de relaciones entre las personas y los objetos.
El origen filológico del MA parece ser que se encuentra en la descripción del espacio arquitectónico alargado que, a modo de galería-corredor, comunica las estancias interiores (los dormitorios) con el jardín zen de la casa tradicional japonesa.
El sociólogo canadiense Derrick de Kerckhove, en su fundamental trabajo La piel de la cultura , nos propone una traslación del significado tradicional japonés del espacio físico MA al espacio electrónico de la Red. De Kerckhove nos insinúa la posibilidad de un MA psicotecnológico: “un mundo de intervalos electrónicos en constante actividad y reverberación”.
Esta sutil idea de trasvase lingüístico, tan influyente en los actuales acercamientos intelectivo-sensitivos al [no]espacio que es la la Red, nos ejemplifica cómo sólo mediante una palabra (o palabra-idea), a través de una sofisticada operación lingüística (filológico-idiomática), es capaz de proveernos de una concepción –tan lúcida como necesaria- acerca del operar –y, por tanto, de comprender por completo (si esto es posible)-, ese espacio electrónico, en cuyo útero virtual se encuentra depositado en la actualidad todo el conocimiento humano. Internet está construido sobre un sistema tecnológico que opera desde la perspectiva de una cultura hegemónica (la anglosajona), a través de la cual, ha podido –momentáneamente, inicialmente- conservar y ampliar su ventaja socio-económica sobre la demás. Pero, -y tal vez como ya les ocurriera a los romanos con el desarrollo de la tecnología agrícola, cuya posterior comprensión, desarrollo y puesta en funcionamiento se hizo gracias a la actuación de los pueblos bárbaros del norte-, sólo la utilización en plenitud por parte de otras culturas (de otros pueblos bárbaros contemporáneos), a través de su distancia cultural –esto es, estando mejor armados lingüísticamente, para entender y, por tanto, para operar en el espacio electrónico-, pueda encauzar y desarrollar todo el potencial de estos nuevos sistemas, que son la base de toda una nueva cultura –por ahora todavía emergente.
Internet, por otra parte, ha demostrado ser un [no]espacio capaz de albergar ¿organizadamente? todos los paquetes-bit (células virtuales) de conocimiento del individuo contemporáneo. Pero, albergar ¿dónde? ¿Cómo es formalmente la arquitectura de un lugar [no]espacial ¿Podemos cartografiar la topografía de este lugar tan extenso? Realmente debemos hacerlo si queremos sobrevivir; extendiendo este término hasta su significación como “ vivir en armonía" con el medio que nos rodea y con nosotros mismos. Al igual que los hombres humanistas del pre-Renacimiento se pelearon con las leyes de un incipiente sistema perspectivo que iba a ser capaz de cartografiar el territorio de un mundo continuo y a escala humana aún por explorar, el ciberindividuo de principios del siglo XXI ha comenzado un necesario tour de force con la geometría dimensionalmente virtual sobre la que representará el espacio electrónico de la información y las comunicación.
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